Era el año 1998 cuando el destino reunió a un grupo de
jóvenes en un curso sobre animación sociocultural. Algunos de nosotros ni
siquiera sabíamos eso de sociocultural lo que significaba. Pero pronto supimos
identificarnos perfectamente con ese movimiento de ideas.
Trabajar aspectos sociales desde la participación de las
personas. Rápidamente hicimos nuestra la filosofía de la animación
sociocultural, muy poco conocida por aquellos tiempos.
Teníamos la formación, teníamos la motivación, teníamos las
ganas … No podíamos permitir que todo eso se perdiera una vez diéramos
carpetazo al curso. Con todo lo acumulado debíamos hacer algo, era el destino
que nos había juntado y tenía reservado algo especial para nosotros.
No pasó mucho tiempo hasta que la primera versión de Tindaya
(Tindaya Animación) vio la luz. Una asociación compuesta por gente joven,
dispuesta a trabajar con ilusión y aportar nuestro granito de arena a la
consecución de un mundo mejor. Sólo nos pusimos un límite: si lo hacemos, lo
hacemos bien.
Cansados de ver cómo se ponen en práctica iniciativas sin
sentido, con poca repercusión social; hartos de comprobar cómo la animación se
entendía como un pasatiempo sin ningún interés educativo o social;
decepcionados de ver cómo el mundo entero tenía sueños de construir una mejor
sociedad y que todo se quedaba en eso, en un sueño… Nosotros debíamos ser
diferentes.
Y por eso Tindaya representa, todavía hoy, el anhelo de un
grupo de personas cansadas de la teoría que nunca llega a la práctica, gente
que quiere romper la barrera que divide lo ideal de lo real porque sabemos que
es posible cambiar las cosas. Queremos cumplir el sueño de mejorar la sociedad,
de hacer a la gente más feliz. Y ¿qué mejor forma que a través de la animación
social?
Casi 20 años después han cambiado muchas cosas: todos los
que compartían ese sueño conmigo están ahora en otros menesteres, la asociación
se disolvió, y resurgió más tarde como Tindaya Educación (dentro de la mercantil
La Petita Escola),
la crisis económica le afectó gravemente, pero… pero a pesar de todo, aquí
sigue Tindaya Educación más viva que nunca.
En este tiempo habrán cambiado muchas cosas, pero si de algo
puedo sentirme orgulloso es que Tindaya mantiene intactos sus principios y valores
del primer día. Que ahora sea una empresa no significa que tengamos que
“mecanizar” los servicios, ni trabajar sin sentimientos, ni que el dinero sea
la única ganancia posible.
Siempre he pensado que los valores son fundamentales en
todos los ámbitos de la vida, también en el empresarial. Sin valores nos
echamos piedras sobre nuestro tejado, perdemos dignidad y dificultamos el
avance social.
Con estas premisas Tindaya
Educación sigue comprometida en trabajar de forma intensa y productiva en
mejorar la vida de todas las personas que nos acompañen. ¿Por qué? Porque nos gusta lo que hacemos, porque nos
parece que es necesario, porque sabemos que es posible cambiar las cosas.
Queremos
contribuir a hacer personas mejores, y a mejorarnos nosotros mismos con las
personas.
Si
perdemos de vista la vertiente humana y social de este trabajo corremos el
riesgo de convertirnos en simples comerciantes de trastos; perderíamos nuestros
valores para llegar a ser una empresa comercial como cualquier otra. Y habríamos
vuelto a la teoría que nunca llega a la práctica y a lo ideal que nunca pasa a
ser real.
Tindaya
Educación siguió, sigue y seguirá siempre manteniendo sus valores:
-
Le preocupa la sociedad y trata de mejorarla en
lo que puede.
-
Mantiene firmes sus principios y valores.
-
El beneficio
obtenido no es únicamente económico, también se enriquece de la satisfacción
por el trabajo bien hecho, de la felicidad por ayudar a la gente, del
crecimiento personal gracias a las experiencias vividas, de lo apasionante que
resulta comenzar cada nuevo proyecto... en resumen, disfrutamos de este trabajo
tan especial.
Tindaya nació para tratar de mejorar la sociedad, y hoy
sigue apostando por construir un mundo mejor.