UNA DÉCADA EN LA MEMORIA
Recuerdo como si fuera ayer la mañana en la que María José,
de la concejalía de Sanidad del Ayuntamiento de Santa Pola, me llamó a la
oficina y me preguntó si quería organizar un taller para prevenir el deterioro
intelectual en personas de la tercera edad. Han pasado 10 años desde aquella
conversación.
Una década después, el taller de la Memoria de Santa Pola
sigue tan joven y fresco como la primera vez. En el año 2005 no había muchos
precedentes de este tipo de talleres, el de Santa Pola fue pionero en la
provincia, y sigue siéndolo en su estilo.
Al no existir modelo en el que basarnos decidí jugar fuerte,
y diseñar un taller siguiendo mi criterio, mis principios y mi imaginación. Fue
todo un éxito.
Simplemente había que ir al meollo de la cuestión: el
cerebro, con los años, se envejece y pierde funcionalidad, y las personas, con
los años, envejecen y entristecen. Jamás, por mucho esfuerzo y recursos
empleados, jamás (repito) un cerebro triste podrá lucha contra el deterioro de la
edad y de la memoria. Lo tuve claro desde el primer momento: un taller de la
memoria para la tercera edad no debía consistir únicamente en ejercitar el
músculo, es fundamental también motivarlo, alegrarlo, energizarlo. Alegrar el
alma de las personas participantes ayudaría a reactivar también sus cerebros y
sus ganas de recordar.
Lo llamamos taller de la memoria, pero se trata de algo
mucho más complejo. Se trata de un taller integral que persigue el bienestar y
la calidad de vida de sus usuarios.
Las personas pertenecientes al colectivo e la tercera edad
tienen unas características específicas que son, en muchos casos, la razón de
sus problemas. Y todo está tan interrelacionado que no podemos pretender, si de
verdad queremos ayudar a esta gente, resolver un problema (como el de la
pérdida de la memoria, por ejemplo) sin interceder ante otros inconvenientes
(como el aislamiento social, la falta de autoestima, carencia de ciertas
habilidades personales y sociales, etc.).
El cerebro no se deteriora única y exclusivamente por el
paso de los años. El cansancio después de toda una vida a la espalda, sentirse
en inferioridad de condiciones y achantarse ante la necesidad de hacer algo,
sentirse un estorbo, no salir de casa en todo el día o no tener con quién compartir
tiempo y conversación, ansiedad ante la situación personal o la impotencia de
no ser capaz de hacer determinadas cosas, la tristeza, la falta de ganas por
enfrentarse a retos nuevos o no querer hacer cosas por miedo al fracaso o por
no querer molestar… todas estas circunstancias que afectan a nuestros mayores
también influyen muy decididamente en el funcionamiento del cerebro, pero no se
suelen tener en cuenta a la hora de programar una actividad para mejorar la
memoria.
Todos los talleres de la memoria que conozco se centran
únicamente en trabajar las distintas
áreas mentales (cálculo, lenguaje, atención…) pero se olvidan de otras muchas
áreas humanas imprescindibles: la autoconfianza, la motivación, la ilusión por
vivir, el ánimo, … Caemos en el error de pensar que estamos ayudando a las
personas mayores por conseguir que puedan recordar un texto de memoria o
resolver una raíz cuadrada en pocos segundos,
sin embargo de poco o nada servirá eso en sus vidas si luego no disponen
del ánimo o la posibilidad de aplicar ese desarrollo mental en sus vidas, con
sus seres queridos,…
Y después de toda esta reflexión llegué a la conclusión de
que el proyecto de trabajo en la mejora de la memoria de las personas mayores
no podía únicamente centrarse en números y letras, y que era necesario añadir
emociones, consejos, sonrisas, motivaciones, caricias, alegría y tratar de
hacer a la gente más feliz. Así vio la luz un taller integral para la salud de
las personas, un taller de la memoria y del alma, un taller del bienestar.
Mucha gente cree que esta forma de trabajar supone una
pérdida del objetivo central y hasta una pérdida de tiempo. Pero la realidad es
que 10 años después, el taller sigue realizándose año tras año, que todavía
siguen asistiendo personas desde la primera edición, que hay alumnos y alumnas
que asisten con fidelidad cada jornada, que a pesar de hacer dos turnos sigue
habiendo lista de espera y que la participación cada año crece.
Estamos muy felices de este dulce cumpleaños, diez ediciones haciendo feliz a la gente, diez años recuperando memorias, recuerdos y sueños. Estamos de celebración porque pocos talleres tienen tanta continuidad manteniendo el mismo alto interés por parte de las personas participantes. Este año es especial, celebraremos por todo lo alto esta "década en la memoria".
Estamos muy felices de este dulce cumpleaños, diez ediciones haciendo feliz a la gente, diez años recuperando memorias, recuerdos y sueños. Estamos de celebración porque pocos talleres tienen tanta continuidad manteniendo el mismo alto interés por parte de las personas participantes. Este año es especial, celebraremos por todo lo alto esta "década en la memoria".
Pero por encima de estadísticas y resultados, lo que de
verdad me hace sentir orgulloso y convencido de que el trabajo que estamos
realizando es bueno son los comentarios de usuarios y usuarias del taller que
en cada edición, al final de cada
sesión, se me acercan para abrazarme y darme las gracias: “me has devuelto las
ganas de vivir”, “si no es por este taller me pasaría las tardes encerrada en
casa”, “estoy deseando que llegue el día del taller para venir”, “en este
ratito me olvido de las penas y los problemas”, “gracias por ayudarme a salir
de mi depresión”… y no son solo las palabras, es también la mirada, la forma de
abrazarte, el tono de la voz… con esa satisfacción me marcho a casa sabiendo
que el trabajo está bien hecho, que
hemos conseguido mejorar la vida de estas personas un poco.
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